Muchas veces nos toca acompañar ahí, en ese océano en el cuál se sumerge la mujer recién parida. En ese puerperio abrumador, donde su identidad queda confundida y aplastada por el derrumbe que originó el ingreso a la maternidad.
Y entonces se nos plantea otra vez el interrogante: qué es acompañar? Acompañar es estar junto a ella. Algo tan simple y tan difícil a la vez, porque para hacerlo bien debemos trabajar mucho en nosotras mismas y en nuestra historia. Es imprescindible que nos comprometamos a ahondar en nuestra biografía para que no empañemos la lente cuando miramos y estamos frente a ella.
Que la podamos mirar sin juicios, sin interpretaciones previas, para observar el escenario tal cual es. Que podamos desentrañar lo que implica la maternidad en una sociedad que la tergiversa con intereses propios creando un inconsciente colectivo donde el “Ser Maternal” abarca en su totalidad el “Ser Mujer”.
Las mujeres necesitan que las acompañemos en la intensidad de las emociones, en la desidia, en el enojo, en el vacío, en el pozo oscuro y profundo. Que las acompañemos en su propio laberinto. Y nos adentremos juntas, buscando una salida o sosteniendo la estadía que se necesite para desenrrollar el hilo que la saque de allí.
Y para esto, es fundamental que tengamos conciencia de la importancia de habernos encontrado a nosotras mismas o de estar en ese proceso. Porque eso que “yo soy” es lo que acompaña a otra.
Cómo lo hacemos? Acompañándola sin invadirla, sin provocar ni querer forzar nada. Apoyándola en SUS decisiones, aunque sintamos que tal vez no son las que YO elegiría. Respetando sus tiempos y sus formas, los cómo y para qué. Dándole protagonismo a Su voz. Teniendo claro que SU voz es importante, SU percepción de lo que siente, vive o vivió es importante y no poniendo nosotras palabras a SU relato.
Es un gran desafío poder Acompañar registrando lo que le sucede a una otra y cómo le sucede. Tenemos que entrenarnos para esto, porque hemos sido socializadas para competir y rivalizar, por eso se hace imprescindible que trabajemos todo el tiempo cada vínculo que tenemos con otras mujeres. Como actuamos, como somos, como reaccionamos, como nos nutrimos y como nutrimos. Como damos, como recibimos y si sabemos hacerlo o nos lo permitimos.
Acompañar es estar ahí, al ladito, cuando se le mueve todo, cuando todo se está por caer, cuando todo está a punto de estallar porque tal vez, las cosas no resultaron tal y como lo había deseado. Acompañar también es estar cuando se siente plena y feliz de haberlo logrado.
Acompañar es saber ser su espacio seguro, ese espacio de escucha, intercambio y red. Ese espacio libre de decir, dónde la otra puede contar, hablar, llorar, proyectar, soñar, cuestionarse, informarse y encontrar sus propios recursos que le permitirán atravesar su proceso personal y bucear en sus propias herramientas para la crianza de su hijo y para abordar las emociones que se le despertaron con su maternidad reciente.
Acompañar a las mujeres madres es un gran desafío, ingresar en sus puerperios es también un acto de valentía. Hay que trabajar mucho el miedo a la soledad y oscuridad de ese océano, hay que estar dispuesta a sumergirse con los ojos abiertos y los brazos abiertos, sabiendo que, aunque ella de manotazos de ahogado, no somos quienes la salvamos. Simplemente somos las que le recordamos que siempre se puede salir a flote otra vez.